Homenaje a una dama independiente
Por Marcelo Alberto López Alfonsín -Titular del Juzgado Contencioso Administrativo y Tributario Nº 18 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires -
“Lo importante, para ser un buen juez, es ser un caballero.
Si sabe derecho, mejor” – Lord Acton.
La cita del epígrafe, cuya autoría es de un viejo lord inglés, es la excusa para homenajear a la Doctora Carmen Argibay, una dama con todas las letras recientemente fallecida. Tuve ocasión de rendirle este tributo en ocasión de la Feria Internacional del Libro, oportunidad en la que recordaba su semblanza como jurista. Vale la pena recordar que Argibay fue la primer mujer que tuvo el honor de integrar una Corte Suprema de Justicia durante un gobierno democrático, y que actuó en trascendentes causas de derechos humanos como única víctima directa del terrorismo de estado. Esa condición, sin embargo, nunca nubló la independencia en sus decisiones (muchas de ellas no compartidas por quien esto escribe) ni la valentía en sus opiniones.
Valga como ejemplo la disidencia parcial que formulara en el caso “Mazzeo, Julio” en julio de 2007. Este es el fallo en el que el Máximo Tribunal declaró la inconstitucionalidad de los indultos otorgados por el presidente Menem en diciembre de 1990. Luego de coincidir con el voto mayoritario en cuanto a la no violación de la garantía del juez natural y a la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad –que ya había fundado en el caso “Simón”–, Argibay discrepa con la opinión de sus colegas en lo relativo al principio de cosa juzgada. Conviene recordar que la Corte en su anterior composición había declarado la constitucionalidad de esos mismos indultos en el caso “Riveros”. Esa disidencia la hace en estos términos: “ … además de la pauta presente, que ha servido de premisa implícita pero fundamental a la jurisprudencia de la Corte, hay razones aún más profundas, vinculadas con el funcionamiento mismo del Poder Judicial y del Estado de Derecho que no me permiten seguir a la mayoría en un caso como éste. La excepción a la regla que asigna efectos irrevocables a un fallo judicial, conocida como ´cosa juzgada írrita´, no tiene absolutamente nada que ver con el acierto de los jueces que lo dictaron, sino, principalmente con su decencia y su libertad de conciencia.
Es la desviación en el cumplimiento de sus deberes, por dolo o coacción, lo que les quita el carácter de jueces y, por ende, la importantísima atribución de resolver con carácter definitivo las causas sometidas a su decisión. Nada más alejado de la situación que se presenta aquí. No está en duda la honradez de los jueces que dictaron el sobreseimiento en esta causa hace ya diecisiete años, juicio que no puede verse alterado por las profundas diferencias que mantengo con esa decisión. Tampoco hay lugar para pensar que hayan actuado bajo el influjo de alguna restricción a su independencia.”
¡Qué mejor ejemplo de independencia judicial que una víctima de la represión como Argibay, detenida-desaparecida desde el día mismo del golpe militar del 24 de marzo de 1976 hasta finales de ese año, que deja de lado su rencor y su natural resentimiento ante un personaje siniestro como Riveros en aras de la defensa del Estado de Derecho! La ejemplaridad de esta decisión habla por sí misma más que miles de citas alambicadas pero superfluas, por ello el rescate de estas palabras.
Y concluye nuestra homenajeada: “Así pues, por mucho que personalmente me disgusten las consecuencias de aquella decisión judicial, en cuanto desvincula a Riveros de la causa aun cuando continúa la investigación, el principio de la cosa juzgada debe prevalecer en salvaguarda del Estado de Derecho basado en nuestra Constitución Nacional. De esta manera se reafirman las pautas de la vida democrática y republicana, que la distinguen neta y definitivamente de quienes la conculcaron, y es la mejor manera de defender las instituciones contra las incursiones violentas como las que padecimos”.
Por esa claridad, por esa valentía, por hacer honor a su condición de Dama – con mayúsculas – para ser una jueza independiente, el domingo 11 de mayo el Palacio de Tribunales estaba completo de ciudadanos que despedimos sus restos.
Lo hicimos con la mejor forma: un cerrado aplauso.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mayo 29 de 2014.