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Legislatura
IDT
13 de junio de 2013 | 17:00

La Asamblea de la OEA fortalece la democracia republicana

Por Marcelo Alberto López Alfonsín - Juez, Titular del Juzgado Contencioso Administrativo y Tributario Nº 18 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires -.

Juez  Marcelo Alberto López Alfonsín

La Asamblea de la OEA fortalece la democracia republicana

El debate en el marco de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), realizada del 4 al 6 de junio en la ciudad de Antigua, Guatemala, enfrentó posiciones políticas y diplomáticas bien diferenciadas. Su resultado no debe ser pasado por alto por quienes defendemos un sistema regional de protección de los derechos humanos vigoroso y eficaz. Por un lado, la mayoría de los Estados miembros que buscan fortalecer al principal órgano de protección del sistema, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), a partir de la consolidación de los compromisos asumidos en Santiago de Chile el 11 de setiembre de 2001 al firmar la “Carta Democrática” como documento liminar del organismo, y, por el otro, el grupo denominado “ALBA” (Alianza Bolivariana para América) –en esta ocasión liderados por Ecuador y Bolivia– que impugnan el papel que la CIDH y su Relatoría para la Libertad de Expresión, a cargo de Catalina Botero, han venido desarrollando en los últimos años.

En este debate se enfrentaron dos concepciones claramente definidas del régimen democrático: los que reafirman la idea de la democracia republicana como garantía institucional de los derechos humanos, y los que a través de la denuncia de la competencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos –el otro órgano de protección previsto por el Pacto de San José de Costa Rica– buscan invalidar los mecanismos internacionales de tutela de los derechos fundamentales. Este último grupo está encabezado por la República Bolivariana de Venezuela.

La discusión, que se inició con el régimen de Hugo Chávez y se repitió en esta ocasión, es la que terminará por definir el perfil del sistema regional, por lo que debemos saludar la decisión de la mayoría de los Estados miembros de la OEA. Las elección de los nuevos comisionados de la CIDH durante la Asamblea –un mexicano, José Orozco, reelecto junto a un brasileño y un norteamericano, todos de indudable compromiso con los derechos humanos como requisito de idoneidad– dan paso al optimismo, en medio de un debate que puso en riesgo el futuro del sistema.

Quiero ratificar con estas líneas mi compromiso con la democracia republicana como garantía institucional del único régimen político que, a través del tiempo, ha servido para la defensa de la dignidad humana. Nuestro país, deudor de esa Comisión Interamericana de Derechos Humanos que salvó muchas vidas en los tiempos de plomo, no puede ni debe olvidar cuánta sangre costó dejar de lado este camino.